Pero luego ocurre, que aparece un "algo" inexplicable, que va cobrando fuerza.
Y fíjate cómo son las cosas, que a veces el “algo” no significa lo mismo para dos personas.
Entonces, una de ellas queda dañada... pero ninguno de los dos tiene la culpa.
Siguen la fuerte llamada del “algo”. Y se dejan llevar para ver qué sucede.
Recorren los rincones de sus cuerpos, buscando, experimentando, saboreando ese algo. Permitiéndose sentir...
Y como todo lo que emociona permanece, no se cansan. Continúan jugando.
Esa persona dañada, confunde el juego con amor. Y la que no se daña pero está presente, piensa que se trata de complicidad.
Es un juego sin reglas. Es un mundo detenido mientras se lanzan los dados.
Y cuando se acaba el encuentro, ni es complicidad, ni es amor
Sólo es lo que es... los sentimientos de los dos."
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