Tiempo, que todo lo mudas,tú, que con las horas breves
lo que nos diste, nos quitas,lo que llevaste, nos vuelves:
tú, que con los mismos pasos,que cielos y estrellas mueves,
en la casa de la vida,pisas umbral de la muerte.
Tú, que de vengar agravios te precias como valiente,
pues castigas hermosuras,por satisfacer desdenes:
tú, lastimoso alquimista,pues del ébano que tuerces,
haciendo plata las hebras,a sus dueños empobreces:
tú, que con pies desiguales,pisas del mundo las leyes,
cuya sed bebe los ríos, y su arena no los siente:
tú, que de monarcas grandesllevas en los pies las frentes;
tú, que das muerte y das vidaa la vida y a la muerte.
.
Si quieres que yo idolatre en tu guadaña insolente,
en tus dolorosas canas,en tus alas y en tu sierpe:
si quieres que te conozca,si gustas que te confiese
con devoción temerosa por tirano omnipotente,
da fin a mis desventuras pues a presumir se atreven
que a tus días y a tus años pueden ser inobedientes.
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Francisco de Quevedo
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