viernes, 6 de abril de 2007

Psiquis y el Amor

Vivía en Asia un opulento rey que tenía tres hijas. La más pequeña se llamaba Psiquis y era de tanta belleza y atractivo, que todos los principes de la tierra estaban enamorados de ella. Pero ni aún los más espléndidos regalos podían ablandar el corazón de Psiquis, aunque cada pretendiente se esforzaba en agradarla en aquello que creía ser más conveniente para lograr su amor.
El que más intensamente la amaba, se propuso cautivarla a fuerza de curiosidad, que Psiquis, como mujer, tenía mucha. Construyó el palacio más bonito que jamás había visto, en un portentoso jardín, que colocó al lado del palacio de la princesa, y todas las noches a la luz de la luna, la llamaba por su nombre con una voz dulcísima:
- ¡Psiquis mía, dime lo que quieres, que yo lo haré aparecer para ti!
Y del palacio salían doncellas y servidores que traían a Psiquis aquello que anhelaba su pensamiento.
La curiosidad de Psiquis la torturaba, y por más que le rogaba que se dejase ver, él permanecía oculto a sus miradas.
Una noche se aventuró a buscarlo y, cogiendo una lámpara para alumbrarse, entró de puntillas en la morada de su amante, aprovechando un momento que dormía. Los golpes de su corazón le rompían el pecho, y al acercarse a él quedó desmayada de emoción: ¡era el dios del Amor el que quería tomarla por esposa!
Se acercó a él cuanto pudo para verlo mejor; pero al inclinar su lámpara le cayó a Cupido una gota de aceite y se despertó asustado. Al ver a Psiquis a us lado, no pudiendo disimular su cólera, maldijo su curiosidad y desapareció, dejándola abandonada en la mayor tristeza, sin jardín, sin palacio y sin luz. Al ver que había perdido al mejor esposo que su corazón podía anhelar, y no queriendo sobrevivir a su abandono, se precipitó en un torrente que se despeñaba por allí; pero el Amor, que aún la amaba, la sostuvo con su brazo invisible, depositándola en la orilla.
Psiquis se fue corriendo a consultar al óraculo que Venus tenía en Pafos, para saber por qué medio podría aplacr la ira del Amor. La diosa la trató muy duramente, por ser ella la que había cautivado el corazón de su hijo, y la mandó realizar tres difíciles trabajos para cstigar su mal comportamiento. Psiquis, sometiéndose a la más exacta obediencia, los cumplió: llenó un cántaro de agua sucia en una fuente guardada por cuatro dragones, subió sin aliento a una montaña altísima para cortar un mechón de lana a los carneros que allí pacían y no dudó en llegar hasta el infierno para pedir a Proserpina que le entregara un poco de su belleza, que Venus le había pedido que la llevase en una caja con la condición de no abrirla.
Psiquis volvía ya con su encargo, cuando, no pudiendo resistir la tentación de ver en qué consistía la belleza, abrió la caja y, envuelta en un espeso humo que casi la ahogaba, se vio retratada en un espejo; pero su bello rostro estaba repugnante.
Asustada, prorrumpió en un amargo llanto. Entonces oyó a su lado una voz; abrió los ojos y vio a su amado, que con una sonrisa le aseguraba perdonarle todas sus faltas, porque la amaba como antes. Y cogiéndola de la mano, la llevó al templo de Himeneo, donde efectuó la boda. Así acabó su desgracia, empezando una felicidad sin límites.

1 comentario:

ella dijo...

Me gustan los cuentos con buen final. para que ponerlo malo si ya tenechos malos finales en la viva... ? Un beso y felices pascuas.

Te deseo primero que ames y que amando, también seas amad@. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guard...